Print

Llanto por la muerte de Giovanni Buttarelli

Leonardo CERVERA NAVAS

Desde que se hizo pública la noticia del fallecimiento de Giovanni Buttarelli, he recibido más de un centenar de mensajes de condolencias, la mayoría en inglés, pero muchos también en español, desde España y desde Iberoamérica. Por eso, escribo este modesto tributo a su memoria en la lengua de Cervantes, para significar que la comunidad española e iberoamericana de protección también llora su pérdida.

Son incontables los elogios que se han publicado en las redes sociales sobre la persona y la trayectoria profesional de Giovanni Buttarelli. Por mencionar sólo algunos, el mensaje institucional del Presidente de la Comisión Europea, la sentida carta del presidente de Apple o las emotivas líneas del Supervisor Adjunto Wojciech Wiewirowski. Poco puedo yo aportar que no se haya dicho ya, así que he decidido que mi contribución sea más personal, homenajeando al ser humano de cualidades excepcionales que había detrás del Supervisor Europeo.

La primera vez que vi a Giovanni fue a finales del año 1999, en la primera reunión del Grupo de Trabajo del Artículo 29 a la que asistí como funcionario en prácticas de la Comisión Europea. La presidencia del grupo la ostentaba por aquellas fechas Peter Hustinx y Giovanni, como secretario general de El Garante Italiano, estaba sentado junto a su mentor, Stefano Rodotà. también tristemente fallecido. Giovanni tenía entonces poco más de cuarenta años y era un hombre muy apuesto. Recientemente, John Edwards, el presidente de la autoridad neozelandesa, dijo que Giovanni era “El George Clooney de la protección de datos” y él, emulando el anuncio de una conocida marca de café protagonizada por dicho actor, solía comenzar las reuniones en el Supervisor diciendo: “no coffee, no meeting”.

Ambos congeniamos en seguida porque compartíamos un substrato cultural muy similar y porque Giovanni era una persona muy cercana y muy divertida, con un gran sentido del humor. Trabajamos juntos en muchos documentos que se aprobaron por el Grupo de Trabajo del Artículo 29 esos años y cuando tuve la suerte de organizar el primer día de la protección de datos en los Estados Unidos, el año 2008, Giovanni me hizo el honor de venir a la celebración. Peter Hustinx vino también y allí, en Carolina del Norte, la casualidad quiso que se fraguara el tándem Hustinx/Buttarelli que protagonizaría el segundo mandato del Supervisor Europeo (2009-2014) al que yo me incorporé un poco más tarde, el año 2010.

El año 2015, después de un accidentado proceso de selección que prefiero no recordar, Giovanni fue nombrado Supervisor, haciendo esta vez tándem con Wojciech Wiewiorowski, y entonces se desató la locura. Como era un verdadero visionario, su ambición no parecía tener límites y nos hacía trabajar a todos hasta el agotamiento. Era un jefe muy exigente y muy obstinado también. A veces, yo me enfadaba un poco con él porque, como buen romano, era muy desconfiado, pero si teníamos algún desacuerdo serio, pronto buscábamos la manera de hacer las paces, porque ninguno de los dos podía dormir bien si estábamos enfadados el uno con el otro, así de estrecha era nuestra relación personal.

A mediados del mandato, la enfermedad cayó sobre él, como un rayo, pero Giovanni siguió como siempre, a velocidad de crucero, para disgusto de sus médicos y de las personas que nos preocupábamos por él. Al mismo tiempo que su estado de salud se deterioraba, su liderazgo y su proyección mediática a nivel mundial crecía a niveles estratosféricos, por lo que mi comunicación personal con él se hizo cada vez más difícil. Estaba desbordado con el GDPR, la creación del EDPB y la organización de la conferencia internacional de autoridades de protección de datos en Bruselas y yo no me atrevía a molestarle. Pero a comienzos del mes de mayo del 2018, aproveché que estaba en Italia para unas conferencias y organicé una excursión a su ciudad natal, Frascati, a las afueras de Roma.

Pasamos un día inolvidable. Me enseñó el edificio donde nació, la iglesia donde fue bautizado, el colegio y el lugar donde tuvo su primer trabajo como funcionario de ayuntamiento, para pagarse los estudios de derecho en Roma. El propietario de la villa Aldobrandini nos abrió las puertas de su palacio para una visita privada y, durante el almuerzo, Giovanni compartió conmigo la historia de su familia, los valores que le inculcaron sus padres y su visión personal de la vida, que, según me confesó, era el servicio a los demás, en la más pura tradición cristiana. Adoraba a su tío, Giuseppe Butarelli, un sacerdote que es un héroe civil en Frascati, por el servicio extraordinario que prestó a sus vecinos cuando la ciudad resultó prácticamente destruida por dos bombardeos aliados a finales de la Segunda Guerra Mundial.

“Ya no quedan personas de esa pasta”, me dijo Giovanni, pero él heredó esa pasta y los diez últimos años de su vida los dedicó, casi por completo, al servicio de su segunda familia, la familia del Supervisor Europeo de Protección de Datos. Pocos días antes de su muerte, desde el hospital en Italia, insistía en seguir participando por teléfono en las reuniones del consejo de administración, y la última vez que le tuvimos al teléfono, apenas con un hilo de voz, cuando Wojciech le preguntó cómo se encontraba, Giovanni respondió: “not bad” y sin más, pasamos a tratar el primer punto del orden del día.

El día 24 de agosto de 2019, regresé a su iglesia de Frascati para acompañarle por última vez. Wojciech Wiewiorowski y su esposa Iwona estuvieron sentados a mi lado, y unas filas atrás, Peter Hustinx, su esposa Beatrice, y una nutrida representación de compañeros del EDPS y de las instituciones europeas que dejaron testimonio del enorme aprecio y admiración que sentíamos y sentimos todos por él.
    
Giovanni Buttarelli ha dejado huella y su nombre se mencionará con respeto durante muchos años. Nosotros, los servidores de la protección de datos en la Unión Europea, nos esforzaremos por preservar la memoria y el legado de este romano excepcional.

Gracias por tu servicio, querido Giovanni. Nunca te olvidaremos.